lunes, 15 de diciembre de 2008

LAS DISCUSIONES ESTÉRILES

Meditación
8/12/08

Estuve disertando en la reunion de plan de mejoramiento institucional de mi institución acerca del planeamiento curricular, que a mi me parece una debilidad del sistema que pide los planes curriculares de área antes de iniciar el año escolar. Yo manifesté la idea de que la planeación educativa debe empezar una vez que se conocen a los estudiantes, sus necesidades y sus expectativas. Entonces una profesora se levantó a contradecirme. Muy bien. Ella dijo por las edades de los muchachos ya uno debe anticipar qué es lo que se les debe enseñar. Eso no era lo que yo estaba expresando, pues aunque se esperen muchachos con determinadas características, el grupo realmente puede ser muy distinto al “planeado”, con la excepción de los docentes de primaria que migran de grado junto con sus grupos. Obviamente mi idea no fue comprendida, y pudo interpretarse como una tontería, pero eso es válido. Mi reacción fue terminar con la discusión, aceptar las posibilidades de error en mi propuesta y las posibilidades de certeza en los argumentos de la profesora.

Alguien criticó mi abandono de la discusión como señal de debilidad “argumentativa”, y quiero referir este escenario ficticio para la situación.

Me hubiera gustado referír la historia del tipo que se encontró a otro y le dijo: “oye Raúl como has cambiado.,.. antes eras gordo y ahora flaco, antes eras alto, y ahora bajo, antes eras blanco y ahora eres moreno …” a lo que el otro tipo le responde: “yo no me llamo Raúl, sino Pedro”. “Vaya… hasta el nombre te cambiaste…”

ja ja. Si alguien tiene una idea en la cabeza y esta convencido de que es cierta, no vale la pena discutir. ¿para qué vamos a amargarnos la vida?

Otra idea que me hubiera gustado referir es esta: Cierto periodista fue a entrevistar a un anciano que había logrado alcanzar la sorprendente edad de 120 años, para indagar por los motivos de su longevidad. Una vez hecha la pregunta, el anciano respondió: “mi secreto es mi estilo de vida. Nunca me he peleado ni discutido con nadie, y si lo he logrado es porque nunca he contradicho a nadie, así de sencillo”. Entonces el periodista perplejo le replicó “¡pero eso no puede ser, no lo puedo creer!” a lo que el anciano dijo “Ah, bueno, entonces no”.

Ja ja. No nos amarguemos la vida en discusiones que no van a llevar a ninguna parte.

Otra más: durante el desarrollo de un juicio, el juez escuchaba atentamente a los argumentos del fiscal, y al final se le quedó mirando de manera pensativa y le dijo “usted tiene la razón”. Luego se levantó el abogado defensor y expuso los argumentos de la defensa, y al final el juez se lo quedó mirando de manera pensativa y le dijo: “usted tiene la razón”. El secretario, que estaba trascribiendo el juicio, se dio cuenta de la incoherencia del juez, y muy sigilosamente se le acercó y le dijo en voz baja: “Sr. Juez, los argumentos del fiscal y del defensor son opuestos, usted no puede darle la razón a los dos al mismo tiempo”, a lo que el juez se lo quedó mirando de manera pensativa y le dijo “usted tiene la razón”.

Ja ja. Es posible que todos tengamos la razón!
Entonces, para qué pelear? No vamos a emprender discusiones estériles que no conducen a ningún lugar. Yo creo que si cada uno está convencido de su punto de vista, es mejor que aplique lo cree conveniente. Es como si cada uno estuviera convencido de que su religión es la verdadera. Basta d peleas, hay que aceptar la diferencia del otro.

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Sin embargo, yo no estoy convencido de que mis ideas sean las correctas. Solo me gusta proponer ideas distintas para ver si se consiguen resultados diferentes. ¿y si resultan, entonces qué haré?

El Profesor Elkin

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