domingo, 7 de marzo de 2010

Narración Extraña

Tuve una vez ciero sueño, que me dejó aterrado.

Estábamos una multitud (entre ellos yo), redimidos, delante de la presencia del Señor. Llenos de júbilo, como en una gran fiesta familiar, todos alegres nos encontrábamos allí.
Entonces empezamos a abrazarnos, y ocurrió algo fascinante: cuando abracé a mi vecino, quien en un principio me parecía un completo desconocido, descubrí que era yo mismo, y mi memoria se llenó de sus recuerdos como si regresara de una amnesia. Al final del abrazo, descubrí que mi vecino había desaparecido y sólo quedaba yo. Luego abracé a otra persona y volvió a ocurrir lo mismo: mi mente se llenó de recuerdo, como cuando uno rememora unas vacaciones olvidadas: la niñez, el primer amor, los amigos, la escuela, el matrimonio, la vejez y... la muerte. Otra vez, tal y como había sucedido la última vez, cuando hube recordado todo, a quien yo abrazaba desaparecía en una vaporosa sustancia y sólo quedaba yo.

Me detuve a ver los abrazos de los demás, y ví que también ocurría lo mismo: de un abrazo de dos sólo quedaba uno.

Al final, de toda aquella multitud, sólo quedamos dos, y luego sólo quedé yo.

Entonces El señor vino a abrazarme, y yo no quise aceptarlo.