martes, 23 de diciembre de 2008

LA FORMA DE VER LAS COSAS

La percepción de la realidad es la que construye la realidad. ¿o no es así?
la forma en que entiendes la vida, es la vida misma.

Existen dos personas.

La primera es llevada al Jardín del Edén.
No bien ha entrado en el fantástico lugar, pleno de naturaleza y paz, se enfoca en el detalle, a lo lejos, de un popó de caballo, y dice: "este lugar es una porquería"

La segunda persona es llevada a un basurero, con el desperdicio hasta el cuello. Entonces levanta la vista al cielo, y admirando las pacíficas nubes y el vuelo de hermosas aves dice: "este cielo es hermoso como el paraíso".

Nuestra vida, si podemos pensarlo así, no es una sola. Es mucho más rica: tenemos una vida en el hogar, otra en el trabajo, otra en nuestra percepción espiritual, otra con las amistades, otra con nuestro circulo de estudio...
La coherencia de vivirlas todas con el mismo criterio nos identifica con todas ellas y nos compromete con la honestidad. nos volvemos uno solo en todas ellas. pero por lo general no ocurre así. Estamos en el paraíso cuando estamos en el hogar, pero entramos en el basurero cuando llegamos al trabajo. (o lo contrario, que no es menos frecuente). O cuando vamos a la Iglesia, o a las reuniones religiosas cualquiera que fueren, nos sentimos transportados al cielo, para después venirnos abajo en todo lo demás.

La propuesta que les traigo y que me traigo es que podemos vivir siempre en el paraíso, sin engañarnos, haciendo el ejercicio de ver lo mejor de las cosas y las situaciones.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

LA MUERTE

Hoy ha muerto un hermano. Era un primo, pero le considero un hermanito. Mi hermano menor.
Tenía mucho menos edad que yo, por demás decir que su muerte es inesperada.
Me ha hecho reflexionar en la muerte. No puede aceptarla... no puedes pelar contra ella...
es ineluctable...

Ah. Ahh.,..

Me recuerda mi propia mortalidad.

Bien decía el sabio... "mejor cosa es ir a un funeral que a una fiesta."...

Confieso que estoy confundido.

No puedo luchar contra este sentimiento...

pero logro entender que mis sentimientos no importan.

Los sentimientos no importan!!

No les busques un sentido..

Estoy triste. Muy triste.


Pero estoy dispuesto a que la vida continúe... o sea que no estoy muy triste despues de todo.

Soy capaz de entender que la muerte no puede detener la vida... ja ja. ¡la vida vence la muerte!!!

Mentiras. Es una fantasía.

La muerte es ineluctable.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Vida Eterna

05/07/08

Hoy me he puesto a meditar en algo que me ha asombrado.


He escuchado a alguien orar pidiendo a Dios que nos permita ver que esta vida no solo es esta vida, sino que hay vida eterna. Es en una canciòn de Marcos Witt:
“que no es esta vida lo unico que existe para nosostros, sino hay eternidad”

Y entoces me preguntè: ¿Para qué quiero la eternidad?

Bueno, es algo que nunca he tenido, así que no podría saber para qué me servirá.
Es como preguntarle a un aborigen del amazonas de hace un siglo, para qué querría una memoria portátil. Ja ja. Él sabría entender lo que es memoria, la tiene en su mente, recuerda cosas. ¿pero una memoria externa, que no olvida nunca? ¿para qué le servirá eso? Ja ja ja.

Bueno, es más complicado que eso. Porque aunque no sabemos lo que es la vida eterna, parece que sí sabemos lo que es la vida cotidiana. La vida es la posibilidad de … ¿qué? ¿De percibir, de actuar?.

Se me ocurre que no sabemos lo que es la vida, pero estamos montados en ella. Nos han vendido la idea de que es lo único que tenemos, y lo tenemos por poco tiempo. Entonces… queremos que ese tiempo sea más largo, ojalá mucho más largo… infinitamenmte largo.

O sea, que deseamos la vida eterna sólo para poder vivirla. ¡el único motivo de nuestro deseo de vida es que la vida es lo único que conocemos! o sea, deseamos nuestra vida por siempre, ¡básicamente porque ignoramos todo lo demás!

Pero algo hay de terrible en la ausencia de la vida. ¿o es sólo lo que queremos creer?

Si pudieramos vivir eternamente, todas las cosas pudieran vivir eternamente…
Se acabarían los cambios? ¿Hallariamos el equilibrio del ser, o seguiríamos evolucionando sin fin?
El asunto es que si seguimos evolucionando, entonces quiere decir que en unos cuantos cientos de años o miles de años… seremos completamente distintos de quienes somos ahora. Podría entenderse como si hubiésemos muerto y vuelto a nacer... evolucionados.
Ja ja ja

Si la muerte no existiera, el mundo tendría que detenerse… o hallar la forma de girar en una orbita perfecta, para no caer dentro del sol… el sol tendría que hallar su equilibrio interno y no acabarse nunca… las personas tendrían que definirse en roles infinitos.

Ja ja ja.

¿Qué tonterías haríamos si la vida fuera eterna? ¿si nada nos matara? ¿Ni el hambre, ni la sed, ni la falta de aire? ¿Ni las balaceras, ni las puñaladas, ni las caídas?

¿Qué haríamos después de unos cien o cuatrocientos años? ¿Y luego de mil o dos mil años? ¿Reproducirnos hasta repletar el mundo? ¿O ya no deberíamos reproducirnos? ¿Acabaríamos con la naturaleza, si ya no la necesitásemos mas? ¿Aumentaría la ciencia o perdería su encanto? Si ya no se necesitaran médicos, ¿existiría la medicina?

Es la vida eterna todo el poder que queremos, ¿o luego querríamos algo más?

¿Seríamos “buenos” o nos volveríamos “malos”?

En el principio, Dios hizo al hombre. Luego, el hombre se independizó de Dios. Dios le quitó la vida eterna, pero le dio una larga vida. Sin embargo, el hombre se volvió muy malo, y siempre hacía maldad. Entonces Dios decidió limitar la vida del hombre a 120 años.
A medida que pasa el tiempo, la creciente maldad del hombre hace que Dios, de tanto en tanto, le reduzca unos años más a la vida del hombre.

El último párrafo es una Paráfrasis de Génesis 6:3 y 6:5

DIOS Y LA CAPACIDAD DE DUDAR

Elkin M
Tu respuesta:
Hola.El problema de la existencia de Dios es que, si existe, existe a traves de nosotros, así como es de cierto que nosotros "vivimos" dentro de Él. Cuando algo está tan cerca, la vista se obnubila y no percibe con claridad lo que esta tan cerca. Entonces decimos "no lo veo", pero es que estamos viendo TAN cerca del árbol, pero TAN cerca de la hoja, pero TAN cerca, que no podemos ver el BOSQUE.

La existencia es algo tan abstruso y críptico, que aún no sabemos explicar nuestra propia existencia. Y, para ser imparciales, referirse a la Biblia como única fuente de conocimiento no puede ser suficiente para un espíritu investigador.

Es cierto que el camino para aquel que CREE es mcuho más fácil, pero hay muchos motivos para DUDAR. Incluso en la época del primer cristianismo, hubo muchos movimientos simultáneos y diferentes, que se peleaban entre si como los verdaderos. ¿o no lo dice Pablo? ¿no se enfrentaba a los "superapostoles" que la exegesis identifica como los discípulos de Jesús? ¿no se peleó con Bernabé, con Pedro y con otros? no discutían sobre lo que debían o no debían hacer los fieles recién convertidos? en cuanto a qué dias guardar, a si debian ofrendar, etc etc? si eso ocurrió en los primeros días del cristianismo, cuando muchos de los cristianos habián conocido a Jesús en vida, qué se deja para nuestros días, cuando los predicadores todos hablan de experiencias espirituales, muchas de las cuales no dejan de ser meras sugestiones? o cuando los milagros abundan en todo tipo de denominaciones y sectas, no sólo cristianas sino incluso “paganas”?

Y sin embargo, a pesar de la gran confusión que uno esperaría encontrar, existe una gran cantidad de personas con una Fe tan prístina que les permite asegurar que ya encontraron la verdad por haber abrazado un movimiento religioso y haber dejado de buscar!.

Hay unos que nacieron en una religión, creyeron lo que les habían dicho desde niños, y estan convencidos de que no hay nada que buscar. Es tonto no emprender ninguna busqueda por el hecho de sentirse seguro en una congregación o movimiento o secta o iglesia.

Hay otros que recorrieron algún camino y se detuvieron. Estos son mejores porque ciertamente pertenecieron a un sistema de creencias y luego fueron convencidos de otra verdad. Es decir, se permitieron dudar de su primer sistema de creencias, por lo que les reconozco su espíritu investigador, pero luego se quedan estancados y se vuelven incapaces de seguir dudando, porque asumen que la duda es una especie de pecado, y que los hace débiles. La paradoja es esta: ellos consideran la duda como un pecado, pero incitan a los miembros de otras religiones a dudar, y la duda de aquellos, en cambio, es aceptada como "influencia de Dios". Es decir, a quienes están en otras religiones les es bueno dudar para que abandonen esas religiones "falsas", pero a ellos les es tomado como pecado, ya que están en la religion verdadera. Esa es su debilidad: creer que no dudan, pero realmente lo que hacen es acallar sus dudas con la “creencia de que no dudan”, y abandonan la búsqueda de algo que quizá no esta dentro de ninguna religión, por temor a descubrirlo.

Es cierto que se ha dicho que bienaventurados los que no dudan, pero si el hecho es que dudas, no niegues la verdad de que dudas y realiza tu búsqueda de la verdad.

Entonces, el incrédulo que mencionas, halla motivos para su duda en el orden del Mundo con la pregunta "Si Dios existe, es bueno y poderoso, ¿Por qué no cambia el mundo?". La respuesta de un buen ateo es "Dios No Existe", y para aceptar esa aseveracion como cierta, necesita una buena dosis de Fe, porque no puede probar la inexistencia de Dios.
El problema es que, si se le hace la misma pregunta a un buen cristiano dirá lo que tu dices: "es una pregunta estéril, no pierdas el tiempo con ella, simplemente cree".

El camino del investigador, por el contrario, es aplicarse a reconocer la pregunta, entender que no tiene la respuesta, y comenzar a buscarla. Y un buen comienzo es dudar de las dos respuestas que ha recibido: ni el ateo ni el creyente que le respondieron tienen toda la verdad, pero puede que algo de lo dicho sea cierto.

para que el ser humano sea capaz de creer, es necesario un proceso de coherencia mental con la experiencia sensible, pero la capacidad de dudar supera las creencias y crea otras nuevas teorías, superiores, capaces de describir mejor el mundo. Eso se llama inteligencia. Menciono la máxima de Descartes "Pienso, luego existo".

El pensamiento es la manifestación de la duda, es la búsqueda de respuestas. La búsqueda de respuestas ha motivado la existencia del hombre como ser inteligente. Sin dudas no hay crecimiento, sino un estancamiento en el mundo animal, por ello, la duda es un proceso espiritual, y por lo tanto viene en el hombre tal como un diseño original de Dios. La duda viene de Dios, o Dios no hizo al hombre.

En el camino que conduce al conocimiento, puedo dudar de todo, menos de que dudo, o sea, menos de la existencia propia, y la existencia propia es prueba de la existencia de Dios, como diseñador de la existencia. Entonces, puedo dudar de todo, menos de Dios.

¿Qué tal me quedó? a veces me complico un poco. Al principio todo era sencillo, pero nos hemos complicado la vida Je je.

Un abrazo
Profesor Elkin

EL AMOR ¿INCONDICIONAL?

- Hola a todos.

Hoy quiero referir una historia de amor.

Un amigo mío me contó la siguiente historia:


Yo tuve una novia.
La conocí en un poblado lejano, en un país del sur, donde sólo vivian unos pocos y amables granjeros.
Era la mujer más hermosa de todo el mundo.
La comencé a frecuentar con la bendición de sus padres, ya que siendo yo un profesional de una gran ciudad, inspiraba una profunda admiración entre los habitantes de aquel poblado. Mientras los días pasaban, me convencí de que la amaba más que a nadie ni nada en el mundo, y que debía ser sólo para mi. La reconocí en su hermosura temprana, y la tomé conmigo como una joya preciosa. Ella se enamoró de mi con tal pasión, que aceptó abandonar a sus padres y hogar y escaparse a mi mundo conmigo.

La llevé a mi ciudad, pero como su belleza brillaba cada vez con más intensidad, nadie podía ignorar su presencia. Mi pasión era tal, que me dolía el sólo pensar que ella pudiera encontrar en otro el amor que yo le daba sin cesar. Entonces le prohibí que hablara jamás con ninguna otra persona, como prueba de su amor por mi, y ella aceptó.

El amor era correspondido. Era la cosa más hermosa que yo jamás había sentido: el amor completo y absoluto de ella era para mi. Le preguntaba, a cada momento, si me amaba, y ella me decía todo el tiempo: te amo con todas las fuerzas de mi corazón, con toda mi alma y con todo mi pensamiento.

Yo la quería tanto, que no podía permitir que otros la vieran. Entonces adquirí una hermosísima casa en las afueras de la ciudad, y la rodeé de muros y trampas, para que nadie pudiera entrar. Ella aceptó, me dijo, porque me amaba. No le importaba hacer amigos ni vida social, ella lo único que quería era estar conmigo.

De mañana, salía al trabajo, y de noche, volvía a casa ardiendo en deseos de amor por ella. No bien pasó un tiempo así, cuando no pude soportar la idea de que ella, durante el día y en mi ausencia, pudiera ver a otro hombre a lo lejos y ello incitara su curiosidad por los demás hombres de mi ciudad, así que le cerré puertas y ventanas, le prohibí el jardín y sólo deje entradas para el sol en el techo, y ella aceptó, me dijo, porque me amaba. Y vivimos así un tiempo.

Luego no soporté la idea del techo abierto, y cerré todos los accesos de la casa al exterior, como no fuera unos pequeños orificios para la entrada del aire, y ella aceptó, me dijo, porque me amaba. Y vivimos así un tiempo.

Pero me seguía martirizando la idea de que ella encontrara en otro el amor que yo le ofrecía. ¿y si ella me ama sólo porque no conoce a nadie más?

Como no era posible evitar las visitas por siempre, tuve que hacer algunas excepciones, sobre todo cuando había que recibir algún correo, o habia que hacer algunas reparaciones en la casa. Le expliqué que yo debía mantener en secreto su presencia y su belleza, que eran sólo para mi, así que cuando el día amenazaba con la llegada imprevista de alguna persona, desde muy temprano en la mañana ella se ocultaba en su cuarto y se colocaba una máscara que yo le labré en madera, y se arropaba el cuerpo con trapos viejos. Así pasaba el día entero, y sólo se quitaba su disfraz muy tarde en la noche. Y ella aceptó, porque me amaba y quería satisfacer mis deseos. Y vivimos así un tiempo.

Luego, para evitar los riesgos inesperados, decidí que usaría aquel disfraz indeterminadamente, y sólo se lo quitaría cuando yo quisiera de su amor. Ella aceptó. Me dijo: no te comprendo bien, pero te amo demasiado como para juzgarte. Lo que tu digas, eso haré. Y se sometió amorosamente a mi voluntad. Y vivimos así durante un tiempo.





Entonces sucedió:


Una noche silenciosa y vigilante, mientras vagaba en los pensamientos de mi insomnio, me di cuenta de la verdad.

Me pude ver a mi mismo, y reconocí con espanto mi horrible hazaña con aquella pobre mujer. Pude ver con dolorosa claridad aquel inmenso amor que le permitía soportar la carga de mis deseos y el espantoso egoísmo que rondaba todas mis acciones. Una nueva mentalidad fue tomando posesión de mi consciencia, e inundó mi ser con pensamientos punzantes y sufrimientos nuevos, pero limpios.

Cristalicé la visión de las dolorosas prisiones que había impuesto al amor de mi vida, sustentadas en una profunda desconfianza en mí mismo y en la humanidad. Muchas ideas justificadoras se agolpaban en mi cabeza: “la ciudad era un lugar muy malo, los hombres podían engañarla, “nadie la amaría tanto como yo, “afuera le harían daño, “los demás sólo ven la belleza externa”, etc etc. Pero como si fuera una posesión espiritual, la claridad de mi injusticia prevaleció, y con mucho sufrimiento decidí que era el momento de darle libertad a ella. Mi esperanza gritaba desde el profundo caos de voces que agitaban mi alma, que ella siempre sería mía, que aunque conociera más personas, siempre permanecería el amor que nos teníamos uno al otro por sobre todo lo demás.

Como las decisiones que se toman con firmeza no se aplazan nunca, apenas llegó el alba, con voz temblorosa, le quité máscara mientras le recitaba mi discurso.

Le dije que la amaba con todo mi corazón, que lamentaba haberla sometido a esa esclavitud deprimente, y que a partir de ese momento yo sería un hombre diferente. Que ella ya no tendría que usar la máscara ni arroparse en trapos, que podría vestirse de manera hermosa, que abriría las ventanas y puertas de la casa, derribaría los muros y que, además, ella podría salir a dar paseos por las cercanías. Incluso le recalqué que ese mismo día podía ir a la ciudad y no le prohibiría hablar con otras personas. Que se considerara una mujer libre.

Cerré mis ojos y apreté mi corazón, pero lo que ocurrió luego no lo pude haber adivinado.

Ella se arrojó a mis pies, comenzó a llorar sin control mientras me rogaba que no la abandonara, que ella no podría vivir sin mí, que no quería irse de mi lado, que nada tenía sentido sin mi. Se volvió a colocar la máscara sobre su rostro lloroso mientras se preguntaba en voz alta qué había hecho mal, porqué yo no era feliz como antes, y porqué deseaba que ella se fuera a la ciudad.

*-*-*

Desde ese día, ya no la pude amar más.”


FIN



(SILENCIO)


Alguien del chat habla.

- Aha.

Y … ¿tienes otros finales alternativos?
Me refiero, quizá otros amigos tengan otras historias, ¿no?

- Bueno, si.

Otro amigo me contó la historia de alguien que tenía 100 mujeres, y decidió una noche dejar la puerta abierta. Sólo una escapó, y el decidió que amaba a esa más que a las otras, y salió a buscarla por si acaso ella quería regresar y no sabía cómo.


- Me lo suponía.

UN RELATO CORTO: LA FERIA

He tenido un hijo.
Y mi relación con la vida ha cambiado tanto, que he sido trastocado en otra persona.
Me gustaría verme a mi mismo desde los ojos de mi padre.


8 de diciembre de 2008

Antes de la llegada de aquel misterio, la noche en la feria estaba aburrida. Aunque habia un grupo numeroso de personas, muy pocas se convertían en clientes. Sentado en la butaca al lado de la pirámide de botellas largas arropadas de billetes yo manejaba el kiosco de los aros de la suerte. Era un kiosco circular de lona, con una tarima circular de madera que encerraba una especie de pirámide de madera en el centro, desde donde los clientes podian lanzar aros de madera a las botellas premiadas, que estaban organizadas en ella. La dinámica del juego consistía en que la botella ensartada tenía por premio el billete que la arropaba, y había cuatro niveles en la pirámide: el más bajo, conformado por 32 botellas arropadas por billetes de baja denominación que igualaban o duplicaban el valor de la apuesta, luego un nivel más alto que aumentaba la dificultad con botellas arropadas con billetes que multiplicaban de 5 a 10 veces el valor de la apuesta. Un círculo más alto llamado “de plata” constaba de 8 botellas que yo había convenientemente pintado de color plateado, arropadas orgullosamente en billetes de 50 mil pesos, y por último, el nivel más alto constaba de 4 botellas pintadas de dorado dispuestas en circulo en la cúpula redonda de la pirámide, exhibiendo cada una un billete de 100 mil pesos: el salario de un mes de trabajo de obrero regular.

Yo debía estar gritando “apuéstele a los aros de la buena suerte” pero mi aburrimiento era tal que me impedía levantarme de la butaca. Estaba a punto de entrar en uno de esos momentos de profunda depresión que algunos llaman meditación: la vida había empezado a perder todo sentido. Luego, al cabo de unos días, la personas comenzarían a tornarse voluptuosamente irreales, y por último todos mis recuerdos y mi propia voluntad se tornarían posesiones extrañas y ajenas, y me quedaría sólo, en la inmensidad oscura de una profunda noche en la que se sumiría mi espíritu.
Temía no poder salir una vez más de ese oscuro remolino.

Varias personas se acercaban al lugar pero se iban sin jugar nada… yo era consciente de mi completa falta de entusiasmo por el negocio.. por la vida. Todos ellosa se me antojaban como aquellos aros que proponia ensartar: los premios aparentaban estar al alcance de cualquiera, pero sólo una persona en un millón podría encestar el premio mayor… era un engaño muy atractivo: se trataba de hacer creer que era fácil… ganar dinero fácil, pero luego se darían cuenta de que era mucho más fácil perder el dinero. Eventualmente se acercaría alguien con suficiente destreza como para acertar a una de las botellas de baja denominación, pero alcanzar las de más alta denominación, el círculo dorado -como yo las llamaba-, era algo realmente imposible. Durante toda mi experiencia en el negocio sólo una persona había conseguido la proeza de ensartar una botella del “circulo de plata”, y se tenía bien ganados sus 50 mil pesos, pues habia acertado una de las 8 botellas del segundo circulo de la pirámide. Aunque en numerosas ocasiones se suscitaban ganadores de los premios menores, era mi regla de juego que ninguno podía ganar los premios mayores, pues arruinaría la ganancia de hasta toda una semana de trabajo. En conversaciones con otras ferias, me enteré de que ciertos expertos en el diseño del juego habían hecho cálculos de que sólo una persona en un millón podría encestar una botella del círculo dorado.

Esa noche estaba perfectamente aburrido. Mi vida había ido como ese juego de aros: la última vez que superé una de mis depresiones desperté con la firme intención de dar un giro dramático a mi vida. Me enrolé con la feria buscando el dinero fácil, compré el kiosco como un negocio de ganancias seguras y me alisté en una gira emocionante de aventuras y correrías por todo el país: mi peregrinaje personal. Ya habían pasado casi cinco años y todo ese mundo parecía engullirme sin salvación. El sueño del dinero fácil me estaba costando los mejores años de mi vida, un precio demasiado alto. De martes a domingo permanecía hasta 14 horas por día en la feria, esperando algún golpe de suerte: algunos tontos que gastaran su dinero en mi trampa, pero por experiencia ya había aprendido a reconocer que nunca son muchos los tontos, y el dinero que escasamente lograba recolectar era insuficiente para el nivel de vida que esperaba alcanzar como aventurero.

Entonces llegó él.

Estuvo unos minutos mirando la pirámide de botellas, como si no quisiera que lo interrumpiera. Yo tampoco demostré ningún entusiasmo, estaba ensimismado en mis lúgubres pensamientos, y no tenía interés en atender a nadie; no le ofrecí juego, ni me levanté de la butaca, ni siquiera voltée a mirarle el rostro. Ahora me arrepiento de no haberlo hecho.

Como si tuviera algún magnetismo oculto, la gente comenzó a detenerse a su lado y a mirar hacia el grupo de botellas. Me incomodó un poco, así que me levanté difícilmente de la butaca y comencé a reproducir de mala gana mi discurso, sin ninguna emoción. “Apuéstele a los aros de la suerte”…

Él me miró, y noté algo en su mirada que me resultaba demasiado conocido, y fue entonces que adiviné que no era un cliente normal.

“¿Cuanto vale la apuesta?” preguntó.
“Mil pesos” le dije, “alcanza para cuatro lanzamientos”.
Él me dio un billete y yo le di cuatro aros.

Entonces comenzó a hacer ademanes extraños con su mano y sus ojos, como los que hace un arquitecto o un topólogo para calcular distancias al dedo. Apuntó con su indice apistolado desde muy cerca de su ojo derecho, entrecerrando el izquierdo. Se apartó unos pasos y luego volvió a acercarse. Se agachaba y luego se levantaba, en una especie de danza lenta que atrajo algunos curiosos. Se me antoja que él era consciente del grupo que estaba atajando con sus ademanes, y disfrutaba silenciosamente llamando la atención.

Luego se quedó quieto unos tres segundos, y entonces caminó en reversa unos cinco o seis pasos. “está loco” pensé “es imposible que atine alguna botella desde esa distancia”

El truco para el negocio de las botellas era la distancia y el grosor de las botellas. Yo podía encestar más fácilmente las botellas desde dentro del kiosco, pues estaba cerca y la caida del aro era más vertical que oblicua. Sin embargo, se hacía separar a los clientes o apostadores, por medio de la tarima o barra mostrador, a una distancia suficiente para hacerlo tan difícil que sólo pudieran alcanzar las botellas de más baja denominación; las más altas eran virtualmente imposibles de alcanzar: esas eran las del “circulo de oro”, cuatro botellas que rodeaban el centro más alto de la pirámide. Además, yo practicaba una trampita adicional que era casi imperceptible a los ojos de los clientes: las tapas de las botellas de más alta denominación estaban forradas en cinta transparente aumentándoles el grosor, de una manera casi imperceptible pero definitiva. Desde la distancia en que se estaba colocando el apostador extraño, el aro prácticamente debía volar horizontalmente para luego aterrizar abruptamente sobre el pico de cualquier botella. Teniendo en cuenta que el pico de la botella y el diámetro interno del aro eran prácticamente de la misma dimensión, lo que intentaría ese extraño era una proeza imposible. Pero había algo en él que no me permitía sacar conclusiones anticipadas.

Entonces se agachó, dobló la mano y lanzó con fuerza a rodar el aro verticalmente sobre el suelo, como si se tratara de un juego de bolos. Una risa ahogada se sintió entre el publico que ahora parecía perder el suspenso.

El aro rodó por el suelo un tramo, y cuando estaba a punto de estrellarse contra la pared externa de la tarima, golpeó contra una roca que estaba en el suelo, levantó un vuelo desordenado por sobre la barra del kiosco y, describiendo una parábola perfecta, estrepitosamente cayó sobre las botellas del circulo dorado, tropezó accidentadamente sobre varios picos mientras perdía la cinética de sus giros, y cuando casi alcanzaba su horizontalidad, como actuando para el público, elegantemente se ensartó en el pico de una de las botellas de más alto premio.

Un instante de silenció siguió al suceso, que luego fue rasgado por los gritos de asombro y aplausos del público que se había aglomerado alrededor del personaje misterioso. Yo me quedé atorado un momento, mirando el aro perfectamente ajustado en la botella, y resistiéndome a creerlo. Algo sobrenatural había en todo aquello, que no me dejaba asimilarlo. Algo anormal había sucedido… y yo tenía que descubrirlo.

Tomé el aro ganador, lo retiré y lo analicé, verificando que era mío. Tomé la botella y la revisé, inserté el aro nuevamente, y efectivamente el pico engrosado de la botella apenas cabía en el aro. Mientras hacía mi revisión, inadvertidamente le dí la espalda al publico, perdí la noción del tiempo y me sumí en mi propio silencio. Un grito de alguien que reclamaba la entrega del premio me devolvió a la bulliciosa realidad. Alguien más gritó "¡tramposo!" –de seguro había visto cuando verificaba cómo entraba difícilmente el aro en la botella ganadora- pero el personaje misterioso permanecía callado y con una escasa expresión de satisfacción en el rostro.

Sin planearlo, contradiciendo mis discursos más ensayados para el evento que ahora me sorprendía, me encontré a mi mismo diciéndole al ganador: “no lo lanzó como se debía… usted no lo hizo de la manera correcta”. No sé porqué dije eso. Haciendo remembranza de las emociones que sentía en aquel momento, yo tenía mucha intriga y curiosidad, algo de asombro y un poco de miedo, pero no estaba enojado como luego dijeron algunos de los asistentes.

El extraño dijo en voz extrañamente baja, como si lo dijera sólo para mi:
“Estas seguro de que quieres comprobar mis destrezas?
“Tienes dos interpretaciones posibles: una, es que esta ensartada es pura casualidad, por lo tanto puedes negarme el premio y el asunto se acabó. No perderás nada más que tu propia reputación ante esta gente. Pero la otra interpretación es que mi destreza es muy superior a lo que piensas, y que realmente calculé la ensartada de la manera más difícil, entonces me resultará mucho más fácil hacerlo de la manera convencional. Aún tengo tres aros, y tienes tres botellas más de cien mil pesos.
“Ahora escoge tu interpretación, porque te digo esto: si me pagas mi premio, que me gané en justicia, me voy de aquí y no me verás más. Sin embargo, si me niegas mi premio, jugaré los otros tres aros y me tendrás que pagar el cuadruple, una cantidad de dinero que de seguro te arruinará el día”.

Lo miré a los ojos. Había una mezcla de confianza y sorna en su mirada, acaso un exceso de confianza y la intención de jugar una broma, o una risa contenida en un esfuerzo de actuar una postura de seriedad. De todos modos, volví a percibir algo familiar, algo a lo que no debía temer.

Me quedé un instante sin decir nada. Y entonces lo comprendí…

“Me estas exigiendo el premio, o me estas dando a escoger?” pregunté

“Ambas cosas” respondió.

Me acerqué al extraño y le dije: “haz la suposición de que yo tengo el mismo pensamiento que tu. De alguna manera que ahora no puedo explicar, imagínate que tu y yo somos idénticos por dentro… ponte en mi lugar…¿qué respuesta darías tu?”

El extraño perdió la expresión por un momento, en señal de perplejidad, y me miró abriendo un poco los ojos. Entonces, como involuntariamente, puso su índice derecho en la parte inferior de su ojo derecho, mientras se ubicaba lentamente en la posición de tiro.

“Exacto” pensé, “la curiosidad me vale más que el dinero que pueda perder”.
En mi fuero interno sabía que nunca resistiría la curiosidad de saber si el extraño era capaz de lograr la proeza imposible.

“¡Vengan todos! ¡Vengan a ver la proeza imposible!” comencé a gritar.

“¿Qué haces?” preguntó el extraño.
“Si vas a conseguir lo que me temo, me costarás una fortuna, pero demostrarás a todo el mundo que es posible ganar, que no hay trampas, y estoy seguro de que muchos me comprarán juegos después de ti. Si tu ganas, yo gano. Si tu pierdes, yo gano”

El extraño esbozó lo más parecido a una sonrisa mientras apretaba una mirada calculadora.

Mucha más gente se añadió a lo que se habia hecho una multitud. Los que recién llegaban preguntaban qué pasaba, mientras los antiguos, sin perder de vista al extraño, respondían algo acerca de ganarse 400 mil pesos, cuatro veces el premio mayor.

El extraño lanzó el primer aro, con un ademán de destreza inusual. El aro golpeó contra el techo, la parte interna de la carpa del kiosco, y descendió casi verticalmente hacia las botellas -“claro, golpear la carpa” pensé- y luego de revolotear un instante, se ensartó en la primera botella. La multitud gritó estrepitosamente.

Luego lanzó el segundo aro, que se estrelló contra la carpa al igual que la anterior, y casi repitiendo los movimientos de su antecesora, se revolvió sobre el pico de otra botella y elegantemente se inserto lentamente en el pico de la segunda botella, apenas permitiendo un milimetro de diferencia entre el diametro interno del aro y la tapa de la botella. La multitud volvió a gritar ya a aplaudir.

Yo permanecía como enajenado de mi mismo. Estaba a punto de perder las ganancias de varias semanas de trabajo, pero estaba consciente de lo que estaba ocurriendo. Creo que con la excepción de aquel extraño, era la única persona que sabía realmente la grandeza de aquel evento. ¡Era imposible!

El extraño dijo: “esta es la mejor” y lanzó el tercer aro a la manera de un freesbie, con una velocidad circular tan alta que la escuché zumbar cuando pasó a mi lado. El aro, a diferencia de los dos anteriores, pasó de largo sobre las botellas, se estrelló en uno de los parales posteriores del kiosco y se reflejó perfectamente hacia otro de los parales, se volvió a estrellar y se reflejó con dirección a las botellas haciendo un giro desordenado, yendo a revolotear sobre las botellas y lentamente comenzó a dejarse caer, como una moneda giratoria cansada, sobre la última botella dorada, dejándose penetrar con pasmosa suavidad.

La algarabía me despertó de mi ensimismamiento, y entonces me dí cuenta de que toda la feria se encontraba en mi kiosco. Más ágilmente de lo que me hubiera propuesto, retiré los aros y los billetes de las botellas, y me acerqué al extraño.

Mientras le entregaba los billetes le dije: “creo que te he estado esperando”
Y él me respondió: “no entiendo cómo, pero creo que yo también esperaba encontrarme contigo”

***


El pRofEsOR eLkiN

LAS DISCUSIONES ESTÉRILES

Meditación
8/12/08

Estuve disertando en la reunion de plan de mejoramiento institucional de mi institución acerca del planeamiento curricular, que a mi me parece una debilidad del sistema que pide los planes curriculares de área antes de iniciar el año escolar. Yo manifesté la idea de que la planeación educativa debe empezar una vez que se conocen a los estudiantes, sus necesidades y sus expectativas. Entonces una profesora se levantó a contradecirme. Muy bien. Ella dijo por las edades de los muchachos ya uno debe anticipar qué es lo que se les debe enseñar. Eso no era lo que yo estaba expresando, pues aunque se esperen muchachos con determinadas características, el grupo realmente puede ser muy distinto al “planeado”, con la excepción de los docentes de primaria que migran de grado junto con sus grupos. Obviamente mi idea no fue comprendida, y pudo interpretarse como una tontería, pero eso es válido. Mi reacción fue terminar con la discusión, aceptar las posibilidades de error en mi propuesta y las posibilidades de certeza en los argumentos de la profesora.

Alguien criticó mi abandono de la discusión como señal de debilidad “argumentativa”, y quiero referir este escenario ficticio para la situación.

Me hubiera gustado referír la historia del tipo que se encontró a otro y le dijo: “oye Raúl como has cambiado.,.. antes eras gordo y ahora flaco, antes eras alto, y ahora bajo, antes eras blanco y ahora eres moreno …” a lo que el otro tipo le responde: “yo no me llamo Raúl, sino Pedro”. “Vaya… hasta el nombre te cambiaste…”

ja ja. Si alguien tiene una idea en la cabeza y esta convencido de que es cierta, no vale la pena discutir. ¿para qué vamos a amargarnos la vida?

Otra idea que me hubiera gustado referir es esta: Cierto periodista fue a entrevistar a un anciano que había logrado alcanzar la sorprendente edad de 120 años, para indagar por los motivos de su longevidad. Una vez hecha la pregunta, el anciano respondió: “mi secreto es mi estilo de vida. Nunca me he peleado ni discutido con nadie, y si lo he logrado es porque nunca he contradicho a nadie, así de sencillo”. Entonces el periodista perplejo le replicó “¡pero eso no puede ser, no lo puedo creer!” a lo que el anciano dijo “Ah, bueno, entonces no”.

Ja ja. No nos amarguemos la vida en discusiones que no van a llevar a ninguna parte.

Otra más: durante el desarrollo de un juicio, el juez escuchaba atentamente a los argumentos del fiscal, y al final se le quedó mirando de manera pensativa y le dijo “usted tiene la razón”. Luego se levantó el abogado defensor y expuso los argumentos de la defensa, y al final el juez se lo quedó mirando de manera pensativa y le dijo: “usted tiene la razón”. El secretario, que estaba trascribiendo el juicio, se dio cuenta de la incoherencia del juez, y muy sigilosamente se le acercó y le dijo en voz baja: “Sr. Juez, los argumentos del fiscal y del defensor son opuestos, usted no puede darle la razón a los dos al mismo tiempo”, a lo que el juez se lo quedó mirando de manera pensativa y le dijo “usted tiene la razón”.

Ja ja. Es posible que todos tengamos la razón!
Entonces, para qué pelear? No vamos a emprender discusiones estériles que no conducen a ningún lugar. Yo creo que si cada uno está convencido de su punto de vista, es mejor que aplique lo cree conveniente. Es como si cada uno estuviera convencido de que su religión es la verdadera. Basta d peleas, hay que aceptar la diferencia del otro.

* - * - *

Sin embargo, yo no estoy convencido de que mis ideas sean las correctas. Solo me gusta proponer ideas distintas para ver si se consiguen resultados diferentes. ¿y si resultan, entonces qué haré?

El Profesor Elkin

LA MONA VESTIDA

Reflexión 15/12/08

Una fábula

Una mona fue invitada a una fiesta muy prestigiosa en la parte más exclusiva de la selva. Para ir a esa fiesta, la mona se hizo confeccionar un hermosísimo vestido de seda con adornos exuberantes y costosos. Cuando por fin estuvo listo el vestido, el la víspera de la fiesta, se lo llevó a su casa, se bañó largo rato y se colocó su hermosa adquisición. Como no había espejos en la selva, y haciéndose tarde para ir a la fiesta, la pobre mona no pudo consultar sobre su apariencia sino únicamente a dos buhos que iban retrasados y apurados.

- Oh, Mona, qué hermoso vestido tienes puesto, hace que te veas radiante y llamativa, de seguro vas a causar sensación esta noche- dijo uno de los buhos, y retomó su vuelo.

- No seas ridícula, ese vestido carísimo no te queda, y serás el hazmerreír de todos. Recuerda el dicho que dice que la mona, aunque vestida de seda, mona se queda -dijo el segundo buho, antes de seguir su camino, dejando a la mona en medio del silencio de la soledad.

La mona creía en la inteligencia de los buhos, quienes son los animales más sabios de toda la jungla, y entonces...





¿qué crees que hizo la mona?
¿a quién le hizo caso? ¿por qué?
¿a quién crees que debería hacerle caso? ¿por qué?
¿cuál buho crees que dijo la verdad? ¿porqué crees eso?
¿cómo sabes cuál es la verdad?





Anda... y todavía buscas que te termine la historia? ya deberías haberla terminado tu.


Bueno, debe bastarte con saber que la mona sí fué a la fiesta.

Profesor Elkin.

EL TREN... Y EL RETORNO AL TREN

Reflexión 14/12/08

Una anécdota.

Esta tarde estuve de compras con mi esposa y mi hijo mayor, en un centro comercial cercano a mi residencia. Mi hijo tiene alrededor de 3 años y tres meses, así que está en esa edad en la que se cree el centro del mundo.
Mi esposa quiso hacer una diligencia personal, y yo, para distraer al niño, lo llevé a la zona de juegos. Uno de los juegos favoritos del niño es una especie de trencito de tres vagones que recorre repetidamente un corto trayecto circular de unos 70 a 80 metros. El niño ya había subido antes en esa atracción, así que por experiencia yo sabía que el juego duraba de unos 3 a 4 minutos. Pero esa tarde la joven operaria encargada de atender el juego estaba sola en ese sector del parque y luego de encenderlo se ocupó en otros juegos más. Por esa causa, imagino, ocurrió que el trencito siguiera operando más allá del tiempo reglamentario. Creo que el tiempo se duplicó o incluso se triplicó.
Al comienzo del juego, cuando el tren apenas arrancaba, los niños formaron una algarabía y se despedían de sus padres con ademanes juguetones. Yo sacudía mis manos en señal de despedida hacia mi niño, quien emocionado se reía y hacía lo mismo hacia mi.
A medida que el tiempo iba pasando, la alegría de mi hijo se fue tornando en aburrimiento. Otros niños también se aburrieron, dejaron de gritar, se intentaban levantar de la silla, e incluso empezaron a jalarse los pelos entre ellos.
Casi al final del juego (con el tiempo extendido), el aburrimiento era evidente. Los niños querían bajarse del tren, aunque solo hacía unos minutos querían montarse en él.
Cuando llegó la operaria y detuvo el trencito, los niños parecieron recuperar la alegría mientras se bajaban.


- ¿Te gustó el juego?- le pregunté a mi hijo

- Si - respondió con desenfado.

- ¿Te gustaría repetirlo?

- No. (Pero yo sabía que al día siguiente se iba a querer montar otra vez.)

En ese momento me dí cuenta de que yo también estaba a la espera de bajarme de un tren.
Todos estamos montados en un tren. O si se quiere, todos estamos en este sistema de realidad, en esta "Matrix" o en este "submarino amarillo". O también, todos tenemos un tren al que nos queremos montar. Puede ser un trabajo, una relación afectiva o sexual, un logro académico o profesional. Pero una vez que hemos dado unas vueltas, ya no le encontramos mayor misterio. Nos queremos bajar.

Pero nos bajamos, vaya contrariedad, para querernos subir otra vez.

¿No es así el sexo?
Un amigo profesor me decía: “yo sufro de pereza sexual”. ¿Cómo es eso? Le pregunté. “es que cuando me subo, ya no me quiero bajar”.
Ja ja. Pero ocurre exactamente lo contrario. Cuando me subo (a una relación sexual, a un nuevo trabajo, a una nueva relación), y alcanzo mi deseo (el orgasmo, mi primer sueldo, etc) inmediatamente empiezo a sentir que me quiero bajar. Me quiero bajar para luego querer subirme otra vez, con ganas renovadas.

Yo me pregunto. ¿Por qué queremos volver a experimentar las mismas cosas? Y damos vueltas y vueltas. Y luego nos mareamos, y pedimos bajarnos. Pero cuando estamos abajo, queremos volvernos a subir. Otro sexo, otro trabajo, otra relación. Y todo vuelve a empezar.
¿Qué escapatoria tenemos?

Hay incluso quienes creen que luego de la muerte… todo vuelve a empezar otra vez más, otra vida, otra experiencia.

Pero...

¿Qué ocurrirá en el futuro? Lo mismo que ocurrió en el pasado. Lo que sucedió antes es lo mismo que sucederá en el futuro, no sucederá nada nuevo en esta tierra. Hay personas por ahí que dicen: mira, esta tecnología sí que es una novedad… pero no saben que eso ya existía desde siempre, entre aquellos que nos precedieron: los primeros hombres, de los que no tenemos memoria; porque así como no recordamos a los primeros hombres, los que sean los últimos tampoco serán recordados entre lo que vendrán después… “¡Todas las cosas me tienen harto, más de lo que puedo expresar!”

El último párrafo es una paráfrasis de una porción de los escritos de “El Predicador” (Salomón).Eclesiastés 1: 9-11 y Eclesiastés 1:8 . Para quienes creen que la Biblia es infalible, los escritos de Salomón son piedra de tropiezo... en cambio, entre quienes creen que la Biblia es infalibe, los escritos de Salomón afianzan su fe. (no, no me equivoqué).


Elkin