domingo, 10 de julio de 2011

EL PROPOSITO DE LAS RELIGIONES.

Hubo una vez un Rey sabio, justo y recto con su pueblo, a quienes todos profesaban fidelidad. Llegó el tiempo en que su hijo mayor hizo una pacto secreto con algunos de los ministros y Generales del Rey para apoderarse del trono. Todo lo hicieron de prisa y en la noche, y se apoderaron de la habitación real convirtiéndola en prisión. El plan del joven heredero era magnífico: le quitaron el poder al Rey sobre el ejercito para obligarlo a abdicar en favor de su hijo, y el nuevo monarca se apresuró en ofrecer títulos y posesiones a los cortesanos para que reconocieran la nueva monarquía, y amenazar con la muerte segura y la humillación a quien se opusiera o se atreviera a mostrar cualquier actitud diferente a la absoluta sumisión. Pero hubo unos servidores fieles que amaban al REy más que a sí mismos y a pesar de la clara posición dominante del nuevo Rey y a la evidente indefensión del primero, prefirieron declarar públicamente su fidelidad al verdadero Rey, y por ello fueron desposeídos, humillados y ejecutados públicamente.

Pero a los lejanos súbditos del reino, los obreros y la gente del pueblo, quienes nunca habían visto al Rey, sólo les llegó la noticia de que había un nuevo REy: que el hijo había heredado. Y también les llegaron regalos, exenciones de impuestos, perdones de deudas, fiestas y alegrías. Por esto, tomaron el cambio de Rey como una grata noticia.

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