lunes, 15 de diciembre de 2008

EL TREN... Y EL RETORNO AL TREN

Reflexión 14/12/08

Una anécdota.

Esta tarde estuve de compras con mi esposa y mi hijo mayor, en un centro comercial cercano a mi residencia. Mi hijo tiene alrededor de 3 años y tres meses, así que está en esa edad en la que se cree el centro del mundo.
Mi esposa quiso hacer una diligencia personal, y yo, para distraer al niño, lo llevé a la zona de juegos. Uno de los juegos favoritos del niño es una especie de trencito de tres vagones que recorre repetidamente un corto trayecto circular de unos 70 a 80 metros. El niño ya había subido antes en esa atracción, así que por experiencia yo sabía que el juego duraba de unos 3 a 4 minutos. Pero esa tarde la joven operaria encargada de atender el juego estaba sola en ese sector del parque y luego de encenderlo se ocupó en otros juegos más. Por esa causa, imagino, ocurrió que el trencito siguiera operando más allá del tiempo reglamentario. Creo que el tiempo se duplicó o incluso se triplicó.
Al comienzo del juego, cuando el tren apenas arrancaba, los niños formaron una algarabía y se despedían de sus padres con ademanes juguetones. Yo sacudía mis manos en señal de despedida hacia mi niño, quien emocionado se reía y hacía lo mismo hacia mi.
A medida que el tiempo iba pasando, la alegría de mi hijo se fue tornando en aburrimiento. Otros niños también se aburrieron, dejaron de gritar, se intentaban levantar de la silla, e incluso empezaron a jalarse los pelos entre ellos.
Casi al final del juego (con el tiempo extendido), el aburrimiento era evidente. Los niños querían bajarse del tren, aunque solo hacía unos minutos querían montarse en él.
Cuando llegó la operaria y detuvo el trencito, los niños parecieron recuperar la alegría mientras se bajaban.


- ¿Te gustó el juego?- le pregunté a mi hijo

- Si - respondió con desenfado.

- ¿Te gustaría repetirlo?

- No. (Pero yo sabía que al día siguiente se iba a querer montar otra vez.)

En ese momento me dí cuenta de que yo también estaba a la espera de bajarme de un tren.
Todos estamos montados en un tren. O si se quiere, todos estamos en este sistema de realidad, en esta "Matrix" o en este "submarino amarillo". O también, todos tenemos un tren al que nos queremos montar. Puede ser un trabajo, una relación afectiva o sexual, un logro académico o profesional. Pero una vez que hemos dado unas vueltas, ya no le encontramos mayor misterio. Nos queremos bajar.

Pero nos bajamos, vaya contrariedad, para querernos subir otra vez.

¿No es así el sexo?
Un amigo profesor me decía: “yo sufro de pereza sexual”. ¿Cómo es eso? Le pregunté. “es que cuando me subo, ya no me quiero bajar”.
Ja ja. Pero ocurre exactamente lo contrario. Cuando me subo (a una relación sexual, a un nuevo trabajo, a una nueva relación), y alcanzo mi deseo (el orgasmo, mi primer sueldo, etc) inmediatamente empiezo a sentir que me quiero bajar. Me quiero bajar para luego querer subirme otra vez, con ganas renovadas.

Yo me pregunto. ¿Por qué queremos volver a experimentar las mismas cosas? Y damos vueltas y vueltas. Y luego nos mareamos, y pedimos bajarnos. Pero cuando estamos abajo, queremos volvernos a subir. Otro sexo, otro trabajo, otra relación. Y todo vuelve a empezar.
¿Qué escapatoria tenemos?

Hay incluso quienes creen que luego de la muerte… todo vuelve a empezar otra vez más, otra vida, otra experiencia.

Pero...

¿Qué ocurrirá en el futuro? Lo mismo que ocurrió en el pasado. Lo que sucedió antes es lo mismo que sucederá en el futuro, no sucederá nada nuevo en esta tierra. Hay personas por ahí que dicen: mira, esta tecnología sí que es una novedad… pero no saben que eso ya existía desde siempre, entre aquellos que nos precedieron: los primeros hombres, de los que no tenemos memoria; porque así como no recordamos a los primeros hombres, los que sean los últimos tampoco serán recordados entre lo que vendrán después… “¡Todas las cosas me tienen harto, más de lo que puedo expresar!”

El último párrafo es una paráfrasis de una porción de los escritos de “El Predicador” (Salomón).Eclesiastés 1: 9-11 y Eclesiastés 1:8 . Para quienes creen que la Biblia es infalible, los escritos de Salomón son piedra de tropiezo... en cambio, entre quienes creen que la Biblia es infalibe, los escritos de Salomón afianzan su fe. (no, no me equivoqué).


Elkin

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